(Un poema detrás del otro)
Cuando las horas se sientan a esperar
y el tiempo vouyerista nos sonríe
con la quijada chueca
mientras se acomoda el ojo de cristal
que se le ha empañado
Se pasea el deseo entre beso y beso
en el pequeñísimo espacio de aire
donde tus ojos susurran mi nombre
donde tus manos me hablan en verso
Salen a pasear las pecas emparejándose
para no perderse en la neblina
que abunda entre estas cuatro paredes
que cada vez se hacen más inmensas
Puedo escuchar el regocijo de tus huesos
cuando se mecen entre mis dientes
mientras el vacío de mis caderas
se rebosa con codicia
y es entonces, cuando me tengo que despedir
Debo dejarte ir, como siempre
sin ataduras ni compromisos
Debo dejarte partir
debo dejarte dejarme
lentamente
sin apretones de mano
sin abrazos incómodos
sin miradas pintorescas
Dejarte ir
acompañado de un beso
de una promesa entre los dedos
Dejarte ir y no seguirte
no perseguirte por los callejones
por las callejuelas
por las calles amplias y llenas
Vete y no voltees
aquí me quedo yo
sentada al borde de la cama
bebiéndome mis pensamientos
comiéndome los recuerdos
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